Cristo era un joven muy enamoradizo.
Amaba cuando no era correspondido y sufría cuando lo era.
Un día conoció a una muchacha y se enamoró como siempre o como nunca.
La madre retó a Cristo, - ¡No seas tan Cristo, Cristo! yo se lo que te pasa, estás enamorado por eso tienes ese aliento.
Cristo quería ocultar su aliento pero las mentitas le revolvían el estomago.
Todos sabemos que comer mentitas y tomar mate causan la muerte instantánea a quien uno le dirija la palabra.
Así fue que Cristo dio muerte a ese amor.
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